Una razón es que el relato original titulado «Ojos Verdes» se me ha ido de las manos. Es demasiado largo. Pero lo publicaré igualmente en el blog en 2 partes, mañana y pasado.
Y la otra razón es que no se me ocurre nada más aterrador que lo que está ocurriendo últimamente en España. Ya me contareis al acabar el relato.
Por cierto, muchas gracias a Realmántico por darme la idea para el relato.
La plaga.
Ana no dejaba de sollozar mientras Sergio mantenía tendida la mano con el revólver que ella se negaba a coger.
—Tienes que prometerme que cuando llegue el momento acabarás conmigo.
—¿Cómo puedes pedirme eso?
—Por favor, Ana. Los dos sabíamos que podía ocurrir. Me han mordido y es cuestión de tiempo que me convierta.
—Pero quizás sea diferente ahora. Puede que seas inmune. O, aunque te conviertas, sigas siendo tú.
—Sabes tan bien como yo que voy a acabar convirtiéndome en uno de ellos y que prefiero mil veces estar muerto. Sabes de lo que son capaces. Te lo ruego, amor mio. Prométeme que cuando me convierta acabarás conmigo.
—¡No puedo matarte! ¡No voy a hacerlo!
—¡No seré yo! Seré algo diferente. Algo capaz de hacer lo peor que se te ocurra. Piensa que no me matarás a mi. Por favor, si tuviera el suficiente valor lo haría yo mismo.
Sergio se había encadenado a una columna de la casa que habitaban y había lanzado las llaves de los candados bien lejos. Cuando se convirtiera tardaría en liberarse y esperaba que, si Ana no acababa con él, al menos pudiera huir sin demasiadas complicaciones. Había preparado también una mordaza, lo peligroso era la boca, pero dudaba poder colocársela correctamente antes de la conversión.
Ana lloraba sin cesar desde que Sergio había vuelto de buscar comida. Regresó con 2 latas de fabada asturiana y un mordisco en el hombro, la sangre goteaba por su mano y la expresión desoladora del rostro de Sergio le rompió el corazón Había sido atacado por la espalda, a traición, por uno de aquellos seres mientras rebuscaba en el almacén de un comercio abandonado (cada vez se abandonaban más comercios). Había gente en la tienda y bajó la guardia pensando que era un sitio seguro. Cuando le agredieron nadie acudió a en su ayuda. Todos le ignoraron y huyeron dando las gracias al cielo porque no les había tocado a ellos. Desde que empezó la plaga, ese había sido el error de la humanidad, pensar que siempre les tocaba a los demás. Hasta que un día te toca a ti.
—Déjame volver a ver la herida.— Ana, aún convulsionada por el llanto, se acercó de nuevo a su esposo y apartó el trozo de camiseta blanca que cubría el mordisco. Una mancha de sangre empapaba todo el hombro y, ya sin la tela, se podía apreciar la forma de la herida. Era un mordisco sin duda, a pesar del trozo de carne que faltaba se podía apreciar la marca de los dientes del atacante. Volvió a cubrirla con el jirón de tela y se separó apenas un par de metros.
—Vamos. Coge el arma. Si no me convierto no tendrás que usarla.
—¿Y cómo sé que te estarás convirtiendo? Nunca he visto como sucede y apenas hay cambios visibles en los convertidos.
—Sabrás que no soy yo. Tal vez no se note mucho físicamente pero confío en que notes el cambio. Cariño escuchame, si no puedo atacarte intentaré convencerte para que me sueltes. Sabes que pueden usar tan bien las palabras como el mismísimo diablo. Si lo necesitan pueden ser encantadores, prometerte la luna… pero no te dejes engañar. Sobre todo no te acerques ni prestes atención a mis palabras. Huye, recuerda que no seré yo quien te hable. Notarás la diferencia, me conoces, sabes cómo pienso.
—No seré capaz de disparar, Sergio. Estoy segura.— Ana, que ya no lloraba, dio un paso atrás mirando al suelo. —Yo… quiero convertirme.
—¡No! ¿Estás loca? ¿No ha servido de nada lo que hemos vivido estos últimos años? No pierdas la esperanza. Yo caeré, igual que muchos otros, pero tenemos que seguir luchando. Tenemos que acabar con la plaga y volver a conquistar nuestro mundo. No podemos dejar que esos seres sigan gobernando nuestras vidas. Si tú te conviertes mi muerte no habrá significado nada. ¿Es eso lo que quieres?
—¡No se lo que quiero, maldita sea! Solo se que no podré aguantar sin ti. No quiero estar sin ti. No me obligues a hacerlo, Sergio por favor…
—Claro que podrás aguantar, cariño. Tienes que hacerlo. Por nosotros. Por mí.
Ana, finalmente, cogió el revólver y se lo guardó en el bolsillo trasero del pantalón.
—Gracias. Sabía que no me fallarías.
—Solo te prometo que lo intentaré.
Se quedaron en silencio mirándose el uno al otro y expresando con sus ojos aquello que sus bocas eran incapaces de verbalizar. Sergio rezaba para que Ana tuviera la fuerza suficiente, pero lo cierto es que si la situación fuera al contrario él no podría hacerlo. No podría acabar con ella. La amaba demasiado.
Empezó a sentir frío y dolor en el pecho.
—Cariño, creo que ha llegado la hora —dijo susurrando—. Por lo que sé perderé el conocimiento y cuando despierte no seré yo. Cuando notes el cambio acaba conmigo, por favor. Ana… Te quiero.
Ana empezó a llorar de nuevo y se abrazó desesperada a su marido. Sergio tiritaba y ya era incapaz de articular palabra. Puso los ojos en blanco y perdió el conocimiento.
La mujer sintió auténtico terror y se separó varios metros del que era su esposo, al menos hasta ese momento. Sacó el revólver con manos temblorosas del bolsillo y se dejó caer en el suelo apoyando la espalda en la pared. Ahora solo tenía que esperar y rezar porque su marido fuera inmune.
No supo cuanto tiempo había pasado. Quizás 10 minutos, quizás un par de horas. Estaba recordando los miles de momentos que habían pasado juntos, las veces que habían hecho el amor y las caricias y los besos compartidos para atesorarlos en lo más hondo de su corazón cuando Sergio movió la cabeza. Apenas un cabeceo, pero bastó para que Ana amartillase el arma y apuntara a la cabeza que acababa de moverse.
Sergio abrió los ojos mirando sin ver. Recorriendo la habitación con la mirada pero con la expresión de un recién nacido, sorprendido por cualquier mínimo detalle.
—¿Cómo te llamas? —Preguntó Ana.
—¿Cómo te llamas? —Respitió él.
Ana cerró los ojos y los apretó con fuerza, ya no era Sergio, lo supo con total certeza. Hasta su voz sonaba diferente. La gente decía que eran seres horribles, sin embargo lo que ocupaba el cuerpo de Sergio tenía una sonrisa inocente y una expresión de beatitud que la sorprendió. Debía acabar con él ahora. Cuánto más tiempo pasara más difícil sería. Lo haría, tenía que hacerlo. Por Sergio, por el amor de su vida… Agarró con fuerza el revólver con las 2 manos y apuntó a la cabeza.
—Disculpe señorita, debo parecerle un poco tonto, pero… ¿Puede decirme por qué estoy aquí encadenado y por qué me apunta con un arma? —La mirada inocente había pasado a ser una mirada ladina, interesada.
—¡Cállate, maldito engendro! —Gritó furiosa Ana. Seguía apuntándolo pero era incapaz de apretar el gatillo.
—No era mi intención ofenderla. Le prometo que si me suelta encontraremos una solución al problema que la aqueja. Para eso estoy aquí, para servirla a usted y al resto de la ciudadanía.
—¡Mentiroso! ¡Solo sabéis mentir! Si te suelto te abalanzarás sobre mí, me morderás y seré como vosotros. ¿Servir a los ciudadanos? ¡Ja! ¡Os alimentáis de nosotros! ¿Y cómo nos servís? ¿Con corrupción, demagogia, sectarismo, incompetencia… ?
—Permítame mostrar mi más firme discrepancia al respecto, señorita. No somos diferentes de usted o de cualquier otra persona, simplemente tenemos otras… inclinaciones. Nos sacrificamos por el bien común. Si me devuelve la libertad podremos discutir al respecto, pero me permito recordarle que usted no puede usar la fuerza, de forma legítima al menos, y menos aún estar en posesión de un arma de fuego.
En ese momento Ana se levantó, apoyó la boca del revólver en la sien de aquel oscuro ser y puso el dedo en el gatillo. Pasaron eternos segundos antes de que gritara de desesperación y girara el arma hasta apoyarla en su sien. El silencio denso ocupó toda la estancia cerniéndose sobre los dos hasta que el sonido sordo de la pistola al caer al suelo reverberó en todo el salón.
No podía acabar con quien fuera su marido y no podía atentar contra ella misma.
Solo le quedaban 2 opciones. Una era escapar, pero ¿a dónde podría ir? No podría escapar de ellos. Estaban por todas partes y lo dominaban todo. Suspiró derrotada, ¿para qué alargar la agonía? Sin necesidad de pensarlo escogió la segunda opción y acercó el brazo a la boca de aquel ser, que sonrió de pura felicidad sujetando con ambas manos el bocado que le ofrecían.
—No lamentará el voto de confianza que deposita en mí. Puedo prometer, y prometo, que sabré hacerme merecedor del apoyo que ha demostrado por medio de este acto. —Y mostrando una ansiedad y desesperación ocultas hasta el momento se abalanzó sobre el brazo de Ana. Arrancó un trozo de carne y degustó extasiado su triunfo.
Cinco horas después, el que anteriormente había sido Sergio estaba libre de cadenas. Se había cambiado de ropa y había preparado un traje de chaqueta oscuro para la que anteriormente había sido Ana. Vestido con un elegante traje y corbata de color gris ayudó a la mujer a cambiarse ocultando las heridas.
—No podemos presentarnos ante la ciudadanía con esos harapos. Tenemos que dar una imagen de seriedad. ¿Cómo, si no, van a confiar en nosotros?
—Por supuesto. Si tenemos que decirles lo que deben hacer , ¿qué menos que hacerlo con elegancia?
A pesar de que todos saben que un mordisco de un político corrupto es mortal de necesidad nadie toma las suficientes precauciones.
Y la plaga se extiende…
Me encanto!!
Jajajajaja
Feliz Halloween !!!!
¡Gracias! ¡Igualmente!
😀
Buenísimoooo!!!!
Me ha encantadoooo!!!
Qué retorcida, jajajaja. ¿Para qué queremos zombies, si tenemos a nuestros políticos? Me ha encantado!!!!!!
Un besin,
Lala
Muy bien escrito, irónico y con la cuota de terror adecuada que lo condimenta.
Saludos.
La madre que te…..jajajaja, es lo más, me ha en-can-ta-do !!!
Terrorifica historia, felicidades !
Ja,ja,ja!!!! Es que me parto!!!!!!! Esto sí que da miedo! Feliz Halloween!!!
Muy original tu relato y con un enfoque actual. Cierto es, que no hay que dejarse morder por ellos, no con falacias y embustes p ara que un voto les asegure su seguridad y no la nuestra. Estupendo relato, con una trama muy bien llevada y un final que sorprende.
Besos!
Gaby*
Excelente relato, tiene de todo! Un toque de humor y esa ironía que nos acerca a la actualidad.
El final es genial! Un abrazo.
Ni sazonados de humor, son soportables estos indeseables seres. Brillante relato. Enhorabuena
Un abrazo.
Pues efectivamente, creo que no hay nada mas terrible y que cause más miedo que ver el tortuoso camino por el que nos va llevando la clase política.
Un relato que nos muestra la realidad con esos atisbos de fantasía para digerir el mordisco un poco mejor.
Un abrazo.
Genial! Desde luego es una plaga que me temo que ya está entre nosotros y de la que no se si seremos capaces de escapar!
Enhorabuena y encantada de leerte!
Realmente es una plaga que se extiende, sus tentáculos llegan a limites insospechados jejeje, buen humor y buen tinte terrofífico, el de tu relato.
Besos.
No podrías haber descrito mejor la autentica plaga que nos invade.
Muy bien narrado.
Abrazo!!!
Primero te voy a reñir, porque es demasiado largo para el Halloblogween y es mi deber mantener el orden, y después te tengo que felicitar. Ha sido ¡brutal! No veo forma mejor de combinar la cruda realidad con un relato de terror.
Gracias por participar en el Halloblogween
Ups, perdón… Este ya me parecía corto… jajaja
Tienen mucho mérito los relatos, como los vuestros, que con tan pocas palabras cuentan tanto. A mí me cuesta mucho sintetizar. Para el año que viene me portaré mejor, lo prometo. 😉
Y ahora… ¡Gracias por la felicitación! Me ha hecho mucha ilusión.
¡Besos!